jueves, 31 de mayo de 2012

Chovinismo nacional vs. Internacionalismo solidario


Caer en el chovinismo nacional es tentador, nadie puede negarlo. Pero conduce, a todas las sociedades, a una caída inexorable. Sobre todo a Europa. La fiebre chovinista fue la que hizo posible que partidos socialistas europeos apoyasen los créditos de guerra en 1914.

Recientemente Antonio José Seguro, secretario general del Partido Socialista de Portugal (PS), decía: “Los países como Alemania que se financian a menos del 1% se benefician de la desgracia de otros países”. (La Vanguardia, 26-5-2012)

Resulta lógica su reflexión "no tiene sentido ser miembros de una unión económica y monetaria" en la que no se solucionan esas diferencias. El compañero Seguro pidió un programa financiero europeo que ayude a los países presionados por la crisis de la deuda y la especulación de los mercados a refinanciarla sin que se convierta en una carga insostenible, cuyos intereses exigen cada vez más austeridad y aumentan la recesión y el desempleo.



Más allá de catástrofes o anuncios agoreros, lo cierto es que no les falta razón a los compañeros portugueses cuando afirman que Alemania se ha estado lucrando de la crisis de todos los demás. Deberíamos hacer un pequeño matiz pues el beneficio real ha sido para el sector financiero alemán y no para los trabajadores alemanes.

Sergei Stanishev dijo recientemente que los socialistas europeos debemos “apoyar los Eurobonos (…) junto con un impuesto a las transacciones financieras europeas y una mejora del Banco Europeo de Inversiones”.

¿Cómo encaja en todo esto la posición de nuestros compañeros del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD)?

Es evidente que encaja de forma complicada ya que el SPD está afianzando su recuperación desde la debacle electoral de 2009 (producida, por cierto, por los gobiernos de colaboración con la CDU) desempeñando el papel de una oposición blanda distanciada de las posiciones de sus compañeros europeos.

A pesar de que Sigmar Gabriel se haya podido distanciar ligeramente de los recortes de la famosa Agenda 2010 de Gerhad Schröder, la próxima votación sobre el pacto fiscal que Merkel impulsó con Sarkozy es una oportunidad para poder demostrar su estrategia. Para ratificarlo en ambas Cámaras, con mayoría de dos tercios, Merkel precisa el apoyo de la oposición.

Frank-Walter Steinmeier, jefe del grupo parlamentario del SPD, dijo que “no votarán a favor del pacto si no se acuerda también impulsar el crecimiento en Europa”. (Der Spiegel, 15-5-2012)

Lo que no explica Steinmeier, ministro de Exteriores de la Gran Coalición presidida por Merkel entre 2005 y 2009, es que “al crecimiento le pasa como a la paz o a la felicidad: todos lo defienden, pero cada cual a su manera”.

Merkel es contraria a cualquier estímulo que suponga pedir más dinero al Bundestag. ¿Es posible el acuerdo según los parámetros de Steinmeier? No. Pero el SPD no exigirá al Gobierno que altere esta postura ni que se plantee la emisión de eurobonos. Así comienza a producirse un distanciamiento del presidente francés François Hollande. Debemos añadir que los socialdemócratas alemanes también se han alineado con el Gobierno Merkel y con el banco central (Bundesbank) en sus peticiones a Grecia sobre el cumplimiento de los acuerdos con la UE y el FMI para conseguir más dinero.

En un momento en el que el Partido Socialista Europeo (PES) está en plena campaña unificadora a través de la solicitud de un programa europeo de crecimiento progresivo, no es factible que algunos solo piensen en ellos mismos.

El proyecto europeo se basa en la solidaridad y el socialismo también. Si no somos capaces de entender que la solución a la crisis solo puede venir por la unificación de criterios a nivel europeo entonces seguiremos perdidos en cuestiones nacionales.

Decía en un articulo en mi blog, Las premisas del socialismo europeo y sus tareas, que la concepción europea de los ciudadanos debe comenzar por crear una conciencia europea dentro de nuestros propios partidos. De lo contrario estaremos perdiendo el tiempo.

martes, 29 de mayo de 2012

Los ricos no crean riqueza

Los ricos no crean empleo
Cada vez que se plantea una subida de impuestos en la que paguen más quellos que más tienen, la derecha se pone de uñas, repitiendo un mantra que dice que si apretamos el bolsillo de los ricos, estos se irán del país. Y si los ricos se van del país, se irán sus empresas. Y si se van sus empresas, se perderán puestos de trabajo.


Lo que genera riqueza son los consumidores, los que se gastan el dinero. Ningún rico pone el dinero por ponerlo en nada sólo por el hecho de ver si tiene suerte. O dicho de otra manera: nadie vende nada, si no no hay otro que lo compra.

Lo que genera riqueza, empresas y puestos de trabajo no es el hecho de tener dinero, sino la compraventa en sí. Otros lo han explicado mucho mejor que yo aquí

Algunos ricos de Francia, Alemania y Estados Unidos, incluso han llegado a pedir a sus gobiernos que les suban los impuestos. Unos han dicho que quieren arrimar el hombro. Otros han dicho que no es normal que como presidentes de su empresa, paguen menos impuestos que su secretaria...

Pero todo esto no es por un arranque patriotero; ni por justicia social; ni siquiera porque saben que los países que pagan impuestos progresivos son más felices; es precisamente porque algunos tienen claro que sin compradores, no hay nada que vender. Y da igual a donde emigren esos ricos con todo su dinero.

Los ricos harán lo que quieran, porque lo llevan haciendo toda la vida. Son así. Y ahora más todavía, que con la liberalización de todo, incluida hasta la conciencia social, campan a sus anchas. Esta crisis no es sólo una crisis del capitalismo: es una maniobra (suicida) de los neoliberales para arramplar con todo lo que puedan.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy en día, los ricos habían admitido que los trabajadores hayamos establecido en Europa el Estado del Bienestar. A costa de impuestos más o menos progresivos.

Pero los ricos se han cansado. Ahora están por exprimir el estado de Bienestar hasta desmantelarlo. Sus representantes políticos recortan en sanidad, educación, derechos sociales y en todo lo que pueden. Y además se niegan a subir los impuestos a los ricos. ¡Algunos, ni siquiera se dignan a debatirlo en las instituciones!

Ellos lo describen diciendo "que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". Los trabajadores lo tenemos que describir como "el desmantelamiento del sistema social que tan bien ha funcionado durante décadas y que seguiría funcionando".

Foto cortesía de: alles-schlumpf via photo pin cc

jueves, 24 de mayo de 2012

¿Austeridad o estímulos?


En mi última entrada de mi blog terminaba preguntando si la Unión Europea (UE) daría dinero a España para salvar a sus bancos. El mismo día se conoció el acuerdo entre el comisario de Política Regional, Johannes Hahn y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, “para acelerar el pago de 939 millones de euros del fondo de cohesión a proyectos de transporte e infraestructuras que ya se han completado pero todavía están pendientes de recibir las ayudas europeas”. (Cinco Días, 21-5-2012, noticia)

¿Qué sucederá con la banca?

Lo que sabemos es que las pérdidas de los bancos españoles “oscilan entre los 218 mil millones y 260 mil millones de euros, más que el aprovisionamiento que preveía el Instituto de Finanzas Internacionales”. (The Wall Street Journal, 21-5-2012, noticia)

Ayer mismo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, descartó solicitar ayuda al fondo de rescate de la UE para sanear la banca española, al considerar que el sector financiero español "no está en tela de juicio". (Europa Press, 23-5-2012, noticia)

Den o no den dinero, lo que es un hecho es que de seguir con esta política de anorexia económica todos seguiremos perdiendo derechos y conquistas. Todos perderemos Estado de Bienestar. Una de las claves “de las políticas de austeridad impuestas por la administración Merkel a los países periféricos y a sus gobiernos es forzarles a que paguen lo que deben a los bancos alemanes”. (Vicenç Navarro, Público, 17-5-2012, noticia)

“Ahora solo queda saber lo que ocurrirá tras la auditoría solicitada y que, como todas, proporcionará resultados “por encargo”. Solicitar una evaluación objetiva a Oliver Wyman (que  se “equivocó” cuando auditó a los bancos irlandeses considerándolos ejemplares poco antes de que tuvieran que ser nacionalizados, o que fue una de las garantes de los derivados de las hipotecas subprime como  productos muy seguros) es como es como pedir auxilio en el naufragio a quien no sabe nadar”. (Juan Torres López, Público, 22-2-2012, noticia)

¿De qué servirá que se preste dinero a los bancos? ¿Sería esto una salvación o una mayor condena para los ciudadanos?



Todo esto sazonado con la posibilidad de que Grecia abandone el euro, con todo lo que eso podría suponer para la “estabilidad” de la Unión.

Aunque sea complicado me niego a pensar que no exista una salida a esta situación. Sin embargo, para ello debemos entender que la socialdemocracia no puede continuar sosteniendo la idea de recortar mientras se inyecta liquidez.

“En toda la UE hay 84 millones de pobres. Un 10,7% de ese total están en España. En mayo del año 2009, la Comisión Europea (CE) señaló durante el Encuentro Anual Europeo de Personas en Situación de Pobreza que los 27 estados miembros sumaban, en ese momento, 78 millones de personas viviendo en la penuria”. (Público, 22-2-2012)

La línea límite donde el camino se quedaba con una sola posibilidad ha llegado a su final: ahora nos toca elegir entre austeridad y estímulos.

El 22% de los hogares españoles vive por debajo del umbral de la pobreza. “En España hay más de 11,5 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social, un problema que desde el comienzo de la crisis económica ha cogido fuerza”. (Público, 22-2-2012) El momento de los híbridos pasó.

Estimados compañeros, bajo este sistema de austeridad auto impuesta por el sector financiero y fielmente salvaguardada por Alemania, “las economías no competitivas se quedan con una «devaluación interna» también conocida como reducción de los salarios y el desempleo masivo. Es cierto que países como Grecia tienen gran necesidad de reformas económicas. Sin embargo, estas reformas, llevadas a cabo dentro de la camisa de fuerza de la unión monetaria con Alemania están causando disturbios políticos y económicos”. (Financial Times, 21-5-2012, noticia)

El verdadero problema, no es tanto el económico como el político. Europa no tiene una unión política y por lo tanto esto supone un escollo insalvable. Muchos opinan que es imposible puesto que no existe la posibilidad de que los pueblos cedan sus soberanías a Bruselas poniendo el ejemplo de la resistencia del pueblo griego.

El inconveniente, el ejemplo heleno es fiel reflejo de ello, reside en como se hace esta cesión de soberanía. Si se hace de forma anti democrática es obvio que fracasará.

Es decir, si alguien no elegido por los ciudadanos europeos –los miembros de la Comisión Europea- sustituyen a un primer ministro elegido por los ciudadanos griegos (Papandreu) cuando éste planteaba realizar una acción democrática (referéndum), por otro no elegido en las urnas y ex miembro de uno de los bancos involucrados en el falseo de las cuentas griegas (Papademos y Goldman Sachs), el resultado es nefasto. Y, por tanto, la resistencia del pueblo heleno a la cesión de soberanía es total.

Generar un verdadero Espacio Europeo solo puede surgir de procesos verdaderamente democráticos. ¿Si los ciudadanos no construimos la Unión Europa cómo es posible hacer recaer sobre nuestras espaldas la responsabilidad de su continuidad?

martes, 22 de mayo de 2012

Arrepentimiento, perdón,... convivencia

Me encuentro estos días reflexionando: ¿es posible construir la convivencia entre los vascos después de la situación de violencia vivida a lo largo de tantos años en nuestra sociedad? Y, la verdad, el tema es mucho más complejo de lo que algunos quisiéramos.

Podemos hablar y discutir de muchos temas, pero en definitiva, únicamente podremos impedir los formatos totalitarios asegurando las formulas democráticas mediante un trabajo de convencimiento a largo plazo, elaborando un relato que integre en la memoria las vivencias de todos los sectores, aceptando todas las singularidades y respetando todas las diferencias.

Difícil. Difícil porque el convencimiento tiene que ser sincero y debe venir por todas las parte. Para ello, de cara al futuro, es imprescindible que los hechos se presenten de forma completa siendo conscientes que no existe una única verdad y todos los puntos de vista tienen su propia realidad… y también la nuestra.

El relato que debemos procesar de nuestro pasado, de nuestro presente, debe ser objetivo. Los hechos, los datos, deben ser analizados con profesionalidad sin ocultar ningún aspecto de manera intencionada y alejándolos de la pasión propia de los sentimientos para ser justos en el resultado final.


Y la conclusión a la que llego echando una mirada a mi alrededor, es que para alcanzar el objetivo de la convivencia va a ser necesario un proceso largo en el tiempo, muy largo. Y a buen seguro, algunos no lo vamos a ver finalizado.

Por ejemplo, a pesar de los 151 años pasados desde que el norte y el sur de los Estados Unidos se enfrentaran en la sangrienta Guerra de Secesión, aún hoy en lo más profundo del país se sigue habla de las “dos almas”. Y eso por no entrar en el típico pero más cercano ejemplo de “las 2 españas”.

Y es que desde mi rincón sigo viendo una división tan clara entre los que han utilizado la violencia para condicionar la vida de los que no pensamos igual, que cualquier aproximación nos va a obligar a grandes dosis de respeto por todas las partes. Un respeto que, querámoslo o no, inconscientemente, no nos merecen los de enfrente. Un respeto que deberán y deberemos conquistar.

Los que creemos que se ha diseñado un falso conflicto para argumentar disculpas mientras desde los pulpitos se bendecía a los verdugos, los que hemos resistido mientras otros recogían nueces, los que no hemos aceptado la situación como algo normal mientras otros miraban hacia otro lado, los que hemos puesto una y mil veces la otra mejilla… ahora tenemos un desafío de extraordinarias dimensiones. Nunca debiéramos haber vivido una experiencia como la que nos ha tocado vivir. Pero si bien no podemos cambiar lo que ha ocurrido, ¿podremos aprender de ello? Seguro que sí. Tenemos que hacerlo.

En estos momentos, en nuestras manos tenemos la oportunidad de cimentar el futuro reforzando los valores del modelo democrático y construir las bases de la convivencia que impidan que cualquier tipo de violencia totalitaria pueda volver a implantarse entre nosotros. Está en nuestras manos, porque no solamente somos fundamentales, somos imprescindibles. Sin nosotros no hay futuro.

No es fácil. No nos lo están poniendo fácil. Y mucho menos aún cuando nosotros tenemos que tragar saliva, mientras que del lado del nacionalismo nos provocan con proposiciones secesionistas negando la condición de vascos a quienes nos rebelamos a sus tesis y viendo que su único fin es el de forzar una postura siniestra: “o conmigo o contra mí”.

Para construir la convivencia, además de nosotros, muchos son los que deberán reflexionar. Porque, evidentemente, únicamente no se puede construir la convivencia en el contexto de una sociedad democrática donde exclusivamente se respete la pluralidad de las ideas, y donde no se argumenten “diferencias” para injuriar, o se utilice “la cultura” para excluir. Sino que, además será necesario alcanzar un formato legal ampliamente aceptado, que equivalga a un largo periodo de distensión y donde se fijen unas reglas de juego ciertas e inamovibles que nos permitan vivir juntos entre diferentes por muchos, muchos años. Unas reglas que, tras ser fijadas no se pretendan de manera sistemática rebasar. Cualquier otra cosa no es solución. Si "su" paz es cualquier otra cosa, no la queremos.

Por otra parte, personalmente estoy seguro de que, con el tiempo, muy poca gente hablará de reconciliación, porque todos debemos ser conscientes que si no hay arrepentimiento, el perdón se hace imposible… y están dejando muy claro que no están arrepentidos. Ni están arrepentidos, ni están pidiendo perdón, ni siquiera han dejado claro que no vayan a volver a las andadas… más bien todo lo contrario.

Y sin ambas cosas, sin arrepentimiento y sin perdón, de la misma forma que pasa en otros puntos del mundo, la reconciliación parece improbable.
Claro que tanto el arrepentimiento como el perdón, son algo que suponen procesos internos personales muy complejos que ni se han dado, ni se dan en ninguna parte del universo.

Debemos entender que la mención de la reconciliación es algo que queda muy bien en negro sobre blanco (el papel lo soporta todo), pero en tanto que el mero hecho de su exigencia puede ser una piedra insalvable en nuestro camino de convivencia, el arrepentimiento, el perdón y, en definitiva, la reconciliación no deben ser temas prioritarios. En nuestra tarea para la convivencia no pueden ser objetivo principales. No pueden ser, ni lo van a ser. Simplemente respeto.
Por lo tanto, contentémonos con defender la consolidación del régimen democrático, apuntalemos unas normas que asienten los preceptos mínimos para no hacernos daño los unos y los otros, impidamos la construcción de murallas y miremos al futuro para que las próximas generaciones puedan tener la oportunidad que a nosotros nos fue negada. Hagámoslo por ellas.


Escrito por Tony Alonso Intriago:
landaigo@gmail.com

domingo, 20 de mayo de 2012

Ajuste ideológico

Se viene hablando mucho de los ajustes en la prensa escrita, en cualquier programa que uno ponga en la radio o en la televisión y, especialmente, en este blog. Comparto la idea de que la política de ajuste sobre ajuste que está impulsando el Gobierno de Rajoy, de la mano de algunos dirigentes de Europa (me da vergüenza decir Unión), no sólo sirve ya para retrasar una recuperación que cada vez vemos más lejana, sino que todo apunta a que no nos va a sacar del atolladero.

Pero, más allá de lo económico, pienso que el ajuste busca un cambio de modelo en nuestro país. Pienso que el ajuste es sobre todo ideológico. En tres sentidos, en el social, en el institucional y en lo discursivo.

Es incuestionable, en primer lugar, que asistimos a un ajuste ideológico en lo social. El Gobierno Rajoy, entusiásticamente apoyado por su recién conseguido poder autónómico, se estrenó cargándose sin pestañear la dependencia, el aún no consolidado cuarto pilar del Estado del Bienestar. Posteriormente, celebró sus primeros 4 meses de mandato, dando un paso atrás de 40 años en cuanto a los derechos de los trabajadores y la función del sindicalismo en España, con la aprobación de la Reforma Laboral. Y en las últimas semanas, ha dado a conocer los recortes en Educación y Sanidad, unos recortes que además de suponer una pérdida en la calidad de la prestación de los servicios básicos, son un paso decidido hacia el fin de su universalidad.

Mi generación, no ha conocido un país sin sindicatos que velasen por el mantenimiento de unas condiciones laborales más o menos dignas, ni sin derecho a recibir educación básica o ser atendido en un centro de salud, al margen de la familia en la que hubiéramos nacido. Pero esto no significa que no lo vayamos a conocer. Y esto supone un cambio sustancial de modelo.

En segundo lugar, estamos ante un ajuste ideológico en lo institucional. Hace ya más de dos años, asistí a un curso que organizaba la Universidad de Alcalá. El curso se llamaba "El reto de la competitividad de la economía española", lo dirigió Rodrigo Rato y lo coordinó Juan Costa, y contó con la presencia de empresarios de primer nivel como el entonces Consejero Delegado de Zara, Pablo Isla, o el Presidente de AC Hoteles, Antonio Catalán, además de con relevantes miembros del Gobierno socialista. Una mayoría de la cincuentena de políticos (diputadados, senadores, parlamentarios autonómicos) que asistieron a aquel curso, pertenecían al PP y había una nutrida representación de CíU y el PNV. La representación del PSOE fue raquítica, apenas 3 ó 4 parlamentarios autonómicos.

En aquel curso, la clave para mejorar la competitividad, por lo visto, era la "inexcusable" necesidad de cambio del modelo de Estado. Se hablase de lo que se hablara, siempre salía a relucir esta necesidad. Era una auténtica obsesión. El Estado de las Autonomías - se decía - rompía la unidad de mercado, la condición necesaria para sacar al país de una crísis que aún no conocíamos al completo, ya que ni siquiera nos había presentado a su prima. 

En nuestros días, la forma en la que, por ejemplo, el Gobierno ha planteado los recortes en Sanidad y Educación, viene a coincidir con la visión que se expresaba en aquel maldito curso. Es igual que las Autonomías (unas más que otras) hayan hecho una gestión eficiente de sus competencias en esta materia. Es igual que existan mecanismos de coordinación interterritorial y órganos para el acuerdo entre el Estado y las Comunidades Autónomas. Más allá de los recortes económicos, es igual que hayamos vivido 30 años ininterrumpidos de progreso e igualación en las condiciones de vida de los ciudadanos del país gracias, entre otras cosas, al Estado Autonómico. Es igual. Y esto también significa un cambio de modelo.

Y en tercer lugar, considero que también empieza a tomar cuerpo un ajuste ideológico en lo discursivo. Un ajuste tan peligroso, al menos, como los dos anteriores. Ya en la campaña electoral, el candidato Rajoy deslizó más de alguna propuesta con tintes xenófobos, cuando se refería al excesivo volumen de personas inmigrantes que habíamos recibido en los últimos años o que hacían uso de los servicios públicos "de los españoles". Pero nunca como en los últimos tiempos hemos asistido a medidas concretas, que parecen encaminadas a propiciar la segregación y una mayor excitación de las bajas pasiones que todos llevamos dentro. ¿Es que acaso piensa el Gobierno que van a dejar los médicos de atender a una persona inmigrante que llegue a una consulta con síntomas evidentes de alguna enfermedad contagiosa? ¿O acaso soluciona algún problema en la sanidad pública dejar como única opción para estas personas la asistencia en urgencias? No, radicalmente, no. Lo que sí hacen estas medidas, es poner una alfombra roja a laprivatización a plazos (cada vez más cortos) de la sanidad en nuestro país.

Y estas medidas, vamos al ajuste discursivo, están siendo bien acompañadas por campañas públicas del partido que, a mi juicio, rozan lo inconstitucional, afuer de resultar indecentes. Sirva como ejemplo la campaña lanzada por el PP en Bilbao, en la que se denuncia que el Reglamento de Viviendas "favorece al colectivo de inmigrantes". "Primero los de Bilbao", se llama la campaña. "Primero los griegos" ha sido el eslogan que ha llevado al Parlamento griego al partido neofascista Amanecer Dorado. Y esto, también busca un cambio de modelo.


Dos ejes de acción: combatir el triple ajuste y estar en la calle

Dicho esto, cabría preguntarse si está (estamos) preparada la socialdemocracia de nuestro país para combatir este triple ajuste? ¿Cómo debe (debemos) hacerlo? Supongo que si lo supiera, estaría también escribiéndolo en este blog, pero, a buen seguro, desde un lugar diferente del que estoy en estos momentos.

De cualquier modo (y sirva esto para el debate en el foro abierto que pretende ser "Ezkerretik Ekintza - Con Mano Izquierda"), pienso que nuestra acción debe basarse en un doble eje.

Por un lado, debemos ofrecer alternativas creíbles ante el ajuste ideológico-económico. No podemos resignarnos ante la máxima del "no hay otra alternativa", porque la hay, las hay:
- Podemos y debemos construir una alternativa fiscal en nuestro país, que nos permita sostener los servicios públicos del Estado del Bienestar garantizando su universalidad. Y para ello, debemos hacer que sea más justa. La gente que está en nómina en España - un trabajador de la manufactura - paga menos impuestos que lo que se paga en Suecia (26 puntos menos) o que lo que se paga como media en la UE-15 (14 puntos menos). Pero observamos lo que pagan personas más adineradas - el 1% de personas con rentas superiores - la diferencia es mucho mayor (80 puntos menos que en Suecia y 50 menos que la media UE-15). ¿Alguien se atreve a decir que nuestra fiscalidad no diferencia entre clases sociales? Pues pongámonos a ello, porque utilizando proyecciones del profesor Vicenç Navarro, si España tuviera la fiscalidad de Suecia, el Estado ingresaría 200.000 millones más, con los que se podrían crear 5 millones de puestos de trabajo, haciendo que se multiplicara por 4 el número de empleados destinados a la garantización de los servicios del Estado del Bienestar.
- Podemos y debemos defender el Estado de las Autonomías (en nuestro caso particular, el Autogobierno vasco), proponiendo una reforma del mismo, haciendo una revisión crítica de las luces y sombras que ha arrojado en los últimos 30 años, que avance hacia una mayor federalización, valorando y replanteando el actual reparto competencial, creando una Cámara territorial, etc. Sólo quienes creen en el sistema, plantean su reforma. Por eso es necesario poner una alternativa encima de la mesa ya.
- Y podemos y debemos combatir el ajuste discursivo hacia el extremismo al que se nos quiere someter. Para garantizar la sanidad a las personas sin tarjeta, bastaría con recortar (levemente) el gasto en equipamiento militar. Pero para combatir el discurso xenófobo hace falta algo más, hace falta recuperar algo básico. Yo no reniego de ser quién soy, de ser hijo de quienes soy y de venir de donde vengo. Y como partido tampoco deberíamos hacerlo nunca. En demasiadas ocasiones en los últimos tiempos, he sentido que lo hacíamos, que renegábamos de ser quienes éramos. Porque sólo desde ese prisma, podría entenderse que a veces hayamos renunciado a defender lo que siempre hemos defendido: la dignidad de las personas, la igualdad de oportunidades para los más humildes. Y de aquellos polvos, estos lodos, porque (otra convicción profunda) creo que la gente, comparta o no tus propuestas, castiga a quien reniega de sí mismo.


Por otro lado, y para finalizar, debemos prestar atención a la calle... Qué digo! Debemos estar en la calle! Mientras se siguen escuchando en boca de responsables de la izquierda frases del tipo "esa no es nuestra gente", "es un movimiento que se creó para desalojarnos del gobierno", o "no tienen ni idea", 8 de cada 10 votantes socialistas, coinciden con los objetivos que plantea el movimiento 15-M. Pienso que debemos ser capaces de liderar a la sociedad, se encuentre ésta donde se encuentre, en las fábricas, en las instituciones o en la calle. Porque o la lidera la socialdemocracia, o corremos el riesgo de que sea liderada por el populismo. Y el populismo, puede tener su origen en la izquierda, pero acabar en la derecha más extrema. Ejemplos nos ofrece la historia reciente.

Iremos viendo.



PD. Un homenaje. El acojono que sentí al volver del curso de Galicia, quedó en nada tras ver vídeos como el que me envió el otro día un amigo que está en cama y a quien, desde aquí, deseo una pronta recuperación:




Escrito por Óscar Rodríguez Vaz: oscarrodriguezvaz@gmail.com

viernes, 18 de mayo de 2012

La trampa del péndulo del poder

Leyendo algunos comentarios en las redes sociales, no puedo evitar hacer unas breves  consideraciones que no van, precisamente, en una dirección optimista sobre la fortaleza  del PSOE sino realista, siempre en función de las encuestas sociológicas y los datos electorales. Y la última del CIS, en el punto referido a la opinión de la ciudadanía sobre los políticos, me ratifica. Porque los recientes resultados en Asturias y Andalucía no han significado la recuperación del voto socialista y de la credibilidad ciudadana. Indican que hemos tocado suelo y que el PP empieza a acusar el desgaste porque ya no inspira confianza tras sus demostradas mentiras en campaña.

Han transcurrido mas de 100 días del Gobierno Rajoy y la calidad de la democracia no mejora. Ni siquiera se salva la metodología prepotente del PP en la toma de decisiones,  algo que tanto criticaba al ex-Presidente Zapatero. Además, el diálogo con la ciudadanía y la oposición brilla por su ausencia. De ahí mi insistencia en acertar con un modelo de oposición democrática para el PS que combine dos frentes de acción política :

-de un lado, la labor como oposición útil y constructiva, con alternativas reales y pedagogía en la comunicación con la ciudadanía, para controlar y dar respuesta a las decisiones del Gobierno de Rajoy. A la vez, se impone acercar a la calle el papel del Parlamento de Bruselas y relanzar iniciativas que abran camino a una reconstrucción cívica y solidaria de Europa de la mano de Hollande. Porque la idea y el crédito de Europa también han entrado en crisis.

-de otro, el trabajo de reflexión y debate en la organización socialista y en la sociedad española para ir construyendo, con la participación de agentes y movimientos sociales, un nuevo proyecto alternativo desde la izquierda dirigido a lograr una salida más justa y solidaria de la crisis, con el saneamiento de la administración y un nuevo orden en la economía con medidas de dimensión europea dirigidas a promover el crecimiento y la creación de empleo.

Como oposición, no podemos caer en la tentación de jugar sistemáticamente al desgaste del PP, porque los millones de parados de esta crisis no han perdido la memoria de nuestra presencia y papel en el gobierno hasta hace pocos meses y se merecen que actuemos con el mayor rigor y responsabilidad. Por cierto, lo sucedido en Grecia con el  castigo a los Partidos mayoritarios debe llevarnos a la reflexión.

Tampoco habría que caer en la trampa de creer que la teoría del péndulo de poder nos garantiza la próxima vuelta al gobierno por el simple juego de la alternancia. Incluso sin haber hecho los deberes con el conjunto de los Partidos Socialistas de Europa para intentar regular los mercados y sin poner sobre la mesa soluciones concretas para el saneamiento de la Banca, activar el sector paralizado de la vivienda, acabar con los desahucios salvajes, atacar el paro del 52% de los jóvenes o sin abordar la reforma fiscal y la reforma electoral pendientes. Rubalcaba y su equipo tienen una tarea apasionante por delante que sería reconocida.

En los dos anteriores escenarios, se entendería que en la labor de oposición del PSOE prima la ansiedad de volver al gobierno. Esas actitudes y las estrategias que les pudieran acompañar no nos permitirían ganar en credibilidad, ni superar la desconfianza, indignación y descrédito que la política y los políticos (me incluyo) despiertan en la ciudadanía. Necesitamos estar muy atentos a los acontecimientos para recuperar nuestra identidad en parte perdida.

En los próximos meses vamos a pasar por una doble prueba del algodón para dejar constancia de hasta donde puede llegar nuestra voluntad de "cambio de actitud" en la idea de profundizar el sistema democrático. Porque tendremos que debatir y tramitar la Ley de Financiación de los Partidos y la Ley de la Transparencia. Ahí es nada, dos leyes de contenido complejo y polémico con las que deberíamos superar actitudes y dinámicas erróneas y opacidades injustificables con el objetivo de mejorar, de manera sustancial, la calidad de la democracia en España. Y no podemos defraudar aprobando dos leyes que estén contaminadas.

Pero para avanzar en la buena dirección, cabría preguntarse: ¿Hemos sacado conclusiones sinceras de los resultados electorales obtenidos a lo largo de la crisis? ¿Somos conscientes de cómo se nos ve en la calle por una ciudadanía angustiada por la crisis y el paro, de lo que es reflejo las recientes encuestas de intención de voto de El País y el CIS, en las que el PP pierde apoyo por desgaste pero también refleja que se mantiene la desconfianza hacia la oposición Socialista? Yo pienso que si. En todo caso, apunto que el distanciamiento entre los políticos y la ciudadanía es anterior a la aparición de la crisis y se justifica por los casos de corrupción, los comportamientos irresponsables que interesa aflorar, la falta de diálogo y transparencia con los electores y la carencia de ideas para impulsar una democracia más participativa.

Así veo las cosas; con gran preocupación y algunas dudas. Pero constato que un claro posicionamiento del PSOE en la izquierda exige profundizar en la vía de la regeneración política y en la oferta de soluciones alternativas para devolver la confianza perdida a la sociedad española. Nuestra apuesta se llama : honestidad, transparencia y espíritu de transformación de esta sociedad, los mismos objetivos que le dan sentido al Partido Socialista de Pablo Iglesias tras 133 años de vida. Ahora bien, no podemos cometer más errores ante la avalancha de indignación y la magnitud de la tragedia que convierten a este País en una olla a presión, cada día más al limite.


Escrito por Odón Elorza: odonelorzag@gmail.com

jueves, 17 de mayo de 2012

Algo tiene que cambiar para que todo siga igual

“Algo tiene que cambiar para que todo siga igual”. La frase es de “El Gatopardo”, la astronómica novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa que el director Luchino Visconti tuvo la osadía y el acierto de convertir en película en 1963. La obra se construye a base de los magistrales soliloquios (mediante epigramas como el que abre este texto) de Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, encarnado en el filme por Burt Lancaster; reflexiones estructuradas, conducidas y aunadas gracias al engrudo de una lucidez tan diabólica como aleccionadora. El personaje, jaque de la rancia nobleza italiana, asiste al cambio social prendido a los vientos de la revolución garibaldina y reflexiona sobre el encaje en ellos de la vieja aristocracia a la que él representa; eran los momentos en que la burguesía se abría camino, marcando los estertores del Antiguo Régimen. La conclusión a la que llega el patricio es que, a la sazón, la lucha de los azulones debía centrarse en lograr que, aunque de forma subrepticia, el sistema siguiera bajo su control. Un control no ejercido de forma directa, sino mediante marionetas de las nuevas clases mercantiles, con las que los jóvenes nobles (encarnados en el filme por el sobrino del tiufado) se apresuraron a unirse mediante ventajosos matrimonios.

Estrategia de mimetismo
¿Y a qué demonios –se preguntará el lector- viene todo esto? Pues viene, porque la reflexión del noble de ficción sirve también como resumen y diagnóstico de la crisis socialdemócrata. Los que nos encuadramos en la familia izquierdista, característica de la democracia occidental, a mi entender, hemos tenido las mismas opciones que una familia de esquimales en Almería, a saber: o tornar el abrigo por unas bermudas, o volvernos cagando leches al Ártico. Lo que no es viable es ir de esquimal en las tórridas colinas sureñas. O bien nuestra ideología o bien el sistema tenían que cambiar. Al final se ha optado por travestirse y aceptar el sistema de derechas como si este formara parte del ADN occidental. Lo que no se ha previsto es lo obvio: que era el sistema el que no funcionaba. El Partido Socialista Obrero Español se ha dotado de las bermudas del liberalismo sólo para ver cómo, con la crisis, ha acabado nevando en el desierto. El chaparrón nos ha pillado disfrazados de neocons y ahí radica nuestra mayor tragedia: no se trata de perder escaños, sino de perder la fe, la vergüenza, la razón de ser. ¿Posibilismo? No, lo que ha tenido la familia socialdemócrata es ceguera. En muchos países europeos, España entre ellos, en vez de frenar el sistema de empacho en masa orquestado por el liberalismo económico, los gobiernos de izquierdas han preferido tirar de las mismas ubres demostrando una visión cobarde y cortoplacista, que, a la postre, lo que ha hecho es abocar a todo Occidente al desastre. De la derecha democristiana no podemos esperar más reacción que la de aceite de ricino, admoniciones maniqueas, populismo xenófobo y rezos periódicos a los santos de la economía. En ellos no habrá reflexión y se aferrarán al sistema como lo hicieron los soviéticos al suyo: y como ellos se hundirán, recalcitrantes como el capitán del Titanic. Porque, si, como se demostró en los 80, el comunismo era inviable, hoy nos damos cuenta de que el liberalismo también lo es. Inviable económica y moralmente y, lo que es peor, insostenible desde un punto de vista ecológico.

Ahora bien, ¿cómo no lo vemos claro desde la izquierda? En algún momento dado, el Orbe entero se derechizó; los estados retrocedieron frente a las multinacionales y los demiurgos de las finanzas jaquearon el sistema operativo. La estrategia socialdemócrata se basó en el mimetismo. Competir con la derecha derechizándose y con los nacionalismos étnicos, remozando el discurso con el invento del vasquismo. ¿Puede un vasco ser vasquista? ¿Puede ser un escocés escocesista? Así solo se logra que hedamos a complejos, a derrota, a descreimiento en nuestra propia forma de ser y sentir. Somos los indios con gorro tejano, los negros que se alisan el pelo y se clarean la piel y los gatitos que aúllan a la luna. No podemos competir con la derecha, sea española o vasca, con su propio discurso y en su propio terreno. Estamos viendo el resultado de semejante estrategia. El público no es idiota. La gente ha procesado que para hacer políticas de derechas será mejor un neocon que un socialista. Lo mismo que para pescar una trucha es mejor una caña que un revólver. Si de ser “más vasco” se trata, mejor los apóstoles de los ocho apellidos y el RH negativo que un vasco vasquista, que se queda en tierra de nadie, bajo las botas de los chicos de la super-raza, sea esta española de Guzmanes o vasca de Ibarretxes. Para visiones miopes del mundo ya está la carcunda de PeNuVeros y PePitos, que agitan los mismos avisperos con distintos colores. Y las cosas no mejoran si, como se ha venido haciendo, se hacen políticas de derechas intentando enmascararlas con gestos vacuos de populismo buenista, que además de ser caros e inútiles, son percibidos por muchos como un insulto a la inteligencia.

Falta de relevo generacional
Explicada la crisis de valores, creo el momento de abordar una circunstancia que, al parecer, ha sido pasada por alto: la falta de relevo generacional, que -según quien esto escribe- es debida al conflicto y la falta de entendimiento entre el poder socialista y las juventudes del electorado. Los antropólogos suelen decir que las revoluciones y los grandes cambios funcionan si se consigue convencer a los jóvenes de entre 20 y 35 años de que tal evolución es necesaria.


Así pasó en la Transición, cuando un movimiento liderado y sustentado por jóvenes se comprometió con un cambio necesario. Lo malo es que esa misma generación sigue en el poder. No han sabido o no han querido dejar el espacio a las nuevas generaciones. Y esto tiene su efecto, como se ha visto en los movimientos del 15-M. No cabe duda de que muchos jóvenes –la mayoría de izquierdas- dejaron de percibir a la cúpula de la socialdemocracia como representantes de sus valores. En aquel momento se fraguó un cambio que, no nos engañemos, afectó a las izquierdas y no a las derechas. Las acampadas de Sol, con un Zapatero todavía en el poder, evidenciaron la falta de conexión entre una troika envejecida y acomodada (sin importar su papel, su trabajo o el merecimiento de este acomodo) y la juventud española de izquierdas; y esto es una mala noticia si de cambiar algo se trata.

Todos sabemos –excepciones gloriosas a parte-, por lógica puñetera, que un joven sin trabajo ni propiedades, tiene más energía y menos miedo al cambio que un madurón con dos casas y dos coches, además de un trabajo que le roba casi todas las horas del día. No se trata de juzgar a las generaciones, cada una tiene su papel. Mucho menos a los individuos. Pero es un hecho evidente que, a día de hoy, la socialdemocracia en general y el PSOE en concreto, no han sabido sustentar un movimiento joven sino todo lo contrario: se enrocan en un liderazgo, ejercido masivamente (no en un caso concreto, lo que sería normal) por generaciones que ya no contactan con los nuevos tiempos representados por la juventud. Y el problema no es fácil de solucionar. Porque, si los venerables se creen imprescindibles, los alevines se han acomplejado y no se ven capaces (ni les interesa) de participar en política. La pescadilla, una vez más, se muerde la cola. Y así nos luce el pelo.

La crisis vista como oportunidad
Decía Jordi Pigem, doctor en Filosofía y autor del libro Buena crisis. Hacia un mundo posmaterialista: "Parto del término médico de crisis, que no es otra cosa que el momento crítico en el que una enfermedad empeora o mejora. La crisis puede ser una oportunidad de sanación". "Ahora toca cambio –añade-, y eso atañe a nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Ni el egoísmo ni la codicia funcionan. La tendencia que está creciendo con más rapidez en estos momentos es la de la generosidad, se manifiesta en la banca ética, en la cantidad de ONG que funcionan en el mundo, en el comercio justo, en redes sociales preocupadas por compartir... Y todo se articula dentro de una visión del mundo en el que las personas no estamos por encima de la naturaleza. No se puede volver a donde estábamos porque no es sostenible".

Lo que viene a decir que vamos a cambiar nos guste o no, gracias al sistema más viejo y efectivo: a base de palos. La derecha también va a cambiar, pero, dada su proverbial incapacidad de mutación, lo hará cuando hayamos cruzado la línea de no retorno. Por eso, la izquierda es más necesaria que nunca. ¿Está en crisis la izquierda porque ya no tiene cabida? Nunca ha sido más necesaria. Sólo la izquierda puede frenar el suicidio obsceno y colectivo al que está abocada la humanidad. Sólo la izquierda puede liderar el movimiento verde, la integración intercultural, la ruta hacia una recuperación del papel de los Estados frente a los bancos.

En el caso concreto del partido socialista, creo que la pérdida del poder no sólo no es una mala noticia, sino que es la única posibilidad que nos queda de encontrar nuestro papel. Me comentó una vez un cubano que trabajaba en una granja de cocodrilos, que, para que estos no atacaran durante una exhibición ante turistas, había que tenerlos bien cebados. Empachados perdían toda voluntad de acción. Lo mismo se puede achacar al PSOE. Por eso creo que es una buena noticia que estemos otra vez en la calle, en el asfalto, con el populacho. Que es donde el socialismo siempre se ha sentido cómodo. Estamos en el bosque y somos lobos, aunque, eso sí, necesitaremos un tiempo para perder los michelines que la domesticación nos ha generado. Porque tenemos dos opciones. O nos tumbamos y morimos de inanición, o nos ponemos las pilas y nos vamos de caza.

Recuperar la juventud, recuperar la calle
Las crisis, decíamos, pueden ser oportunidades. Son termómetros que miden el nivel de fiebre del paciente. Con la crisis empezarán las reacciones de una ciudadanía poco proclive a al movimiento mientras la vaca da leche. Pero como ya no es el caso, la indignación, el sufrimiento y la desesperación van a menudear en nuestras calles. Y allí tendrá que estar el Partido Socialista. Porque hemos perdido las calles, que es de donde nunca debimos salir. Incluso los nazis (y la izquierda abertzale) lo entendieron. Los primeros repartían pan y daban esperanza a los alemanes en el durísimo periodo de entreguerras; el pueblo los vio como salvadores y subieron como la espuma. Los bildutarras siempre han trabajado sobre la juventud y ahora amenazan a un aburguesado y fofo PNV al que le está pasando lo mismo que a la familia socialista.

Por eso digo: estemos ahí, en la calle. Asesorando, escuchando y apoyando; a las personas que se queden sin casa, a los obreros en paro, a los ancianos, a los inmigrantes en estado de indefensión. Engrosemos (esto no puede esperar) el aparato y el activismo de las juventudes. Preparemos actos continuos y visibles y que la ciudadanía sepa que estamos ahí. Lideremos (no se trata de ya de gestos de cara a la galería) el moviendo verde y las políticas de sostenibilidad. Montemos saraos culturales, habilitemos espacios para los artistas, llevemos gente a todos los ámbitos de preocupación ciudadana. Ayudemos a la sociedad, no con dinero, sino con trabajo, ilusión y presencia. Acompañemos a la gente, sostengámosla. Ahora podemos, porque, perdido el poder, estamos otra vez en la calle. Ahora debemos porque se nos necesita; porque es nuestra obligación y porque, si no actuamos, lo harán otros y las alternativas -Bildu, el Frente Nacional de Marine Le Pen, etc.-, ya sabemos qué quieren y a dónde nos llevan. Ahora es el momento de que algo cambie para que todo siga igual, para que el socialismo recupere su papel. Ahora o nunca.



Escrito por Domingo Escandela


martes, 15 de mayo de 2012

La socialdemocracia vasca del siglo XXI

Sostengo que en Euskadi se dan las condiciones idóneas para proceder a la regeneración y modernización de la izquierda vasca, reclamando para ello el liderazgo de los socialistas vascos. Para trabajar devolviéndole el protagonismo a la política y a la palabra, lastradas por el peso dialéctico que sin duda ha tenido el plomo. Para debatir sobre unas bases diferentes, en las que los progresistas planteamos alternativas, frente a la regresión y a las políticas conservadoras de los nacionalismos vasco y español. Porque el fin de ETA ha cambiado radicalmente el escenario. Y o cambiamos o, a buen seguro, nos cambian.

Nos la pasamos respondiendo a Basagoiti. Interpretando el oráculo del nacionalismo, versión Urkullu hoy, o Egibar mañana. Y este presente imperfecto nos lleva a conducirnos en el corto plazo, enzarzados en discursos domésticos cuando debemos reclamar altura de miras y ser capaces de ver más allá.

Sostengo que el futuro vasco está lleno de oportunidades para la política y, más aún, para la formulación de una socialdemocracia vasca, genuina, que replantee y sume los diferentes colores políticos en clave de izquierda, de vasquismo y de ciudadanía.

El manto de la violencia nos llevó a parapetarnos en trincheras. Y ese atrincheramiento se refleja paralelamente en el debate político. Hemos vivido demasiado tiempo como resistentes y acabamos pensando como resistentes. Por eso creo firmemente que la socialdemocracia nos ofrece la oportunidad del mestizaje, del compromiso ideológico con los valores de ciudadanía, y la permeabilización del socialismo obrero clásico con la ilustración del pensamiento liberal e ilustrado que reclamaba don Indalecio Prieto. Así, seremos realmente el proyecto que más se parece a una sociedad plural, mestiza y alejada de ortodoxias y paisajes políticos monocromáticos.

La socialdemocracia es un concepto plenamente contemporáneo. En primer lugar porque responde mejor a una ideología o a una ética incluyente que cualquier –ismo. Pese a todo, quienes se reclaman la esencia de la izquierda lo utilizan con desdén y con cierto énfasis despectivo. Como si el socialismo fuera una suerte de jamón ‘pata negra’ y la socialdemocracia no fuera sino ‘jamón yor’.

Nada más lejos de la realidad. La socialdemocracia constituye una fe laica que encierra valores de socialismo y de ciudadanía. Que plantea de modo previo una ética de la austeridad, como formulan algunos teóricos, que desprecia el arribismo y las tentaciones de desclasarse, y que viene a profesar el ‘vive como piensas, si no quieres acabar pensando como vives’.

La socialdemocracia, por tanto, no es una formulación tanto como un way of living, o un way of thinking si se prefiere. Supone compartir los valores de la austeridad, de la solidaridad, de una vida espartana en clave machadiana-ligeros de equipaje-, de la conexión permanente de acción y pensamiento.

La socialdemocracia requiere debate y huye del silencio. Es contraste de ideas, es tensión ideológica, es equilibrio inestable y compromiso con el pensamiento. Es reformulación. Y supone, de una parte, vivir en la duda de quien respeta el conocimiento y huir, de otra, de las certidumbres de quien anida en la ortodoxia.

La socialdemocracia vasca exige agitar los sectores más emergentes de la Universidad; pasa por reclamar el compromiso con el Tercer Sector; nos llama a recuperar de la demolición Popular las cenizas de la Cooperación al Desarrollo; requiere enunciar el euskera para la creación y la comunicación y no para la confrontación; y reivindica la revisión en profundidad de un modelo de fiscalidad desfasado e inadecuado.

Pero hoy, sobre todo, socialdemocracia es abrir el partido socialista de Euskadi a la sociedad. Es hacerlo transversal y abierto a la sociedad. Es invitar a los viejos roqueros de Aralar que huyen del uniforme intelectual. Es sumar a los escaldados del oportunismo madracista refugiados en Anitza. Y es recuperar las prendas de los Euskadikos, en lo que de debate de izquierda vasca ilustrada representaron.

Tenemos ante nosotros un modelo de gestión alternativo al que nos ofrecen las derechas, lo que ha venido en definirse el ‘modelo Euskadi’, frente a la voladura del estado del bienestar. Debemos de abrir con celeridad esa casa y esa causa comunes que, en mi modesta opinión, sólo será si se define desde un reformulación de la izquierda vasca en torno a la socialdemocracia.


Escrito por Juan Carlos Alonso: jcalonso@vitoria-gasteiz.org

lunes, 14 de mayo de 2012

¡Al toro! De encierros y cencerros

Y ahora, Bankia. Diagnóstico a vuela pluma: una de las entidades financieras sistémicas del sufriente paisito, a puntito de hacer catacrock y armarla parda, es nacionalizada. Se nos dice que por el bien de todas las españolitas y españolitos. Off the record, para tranquilizar a nuestros otrora “dadivosos” prestamistas que financiaron nuestro “nuevoriquismo”, que hicieron negocio, que ahora temen no recuperar lo prestado, y que, con eso de la desconfianza, nos prestan mucho más caro porque, a día de hoy, seguimos necesitando financiarnos fuera.

Acto y seguido, en menos que canta un gallo, se pone en marcha, nada menos que la cuarta reforma financiera desde 2008, para incrementar la confianza del otrora cuasi mejor sistema financiero del mundo. Y, de nuevo, barra libre, nuevo chorretón público de eurotones a montones a las entidades privadas. Tened en cuenta, sufrientes conciudadanos — nos dicen—, que Bankia es una entidad sistémica y que si una entidad sistémica cae, la financiación de la economía española se vería cortocircuitada. (La ciudadanía se queja. Pero,… ¡Haya Paz! Rauda y veloz, emerge la voz de la sabiduría desde el Sancta Sanctorum capitalista: No seas impertinente y demagoga ciudadanía. Da igual que el dinero público que han recibido no lo usen para la función social que se le presupone, financiar. Es por el bien de España, de Europa y del Mundo, porque España también es sistémica para el sacrosanto chiringuito capitalista global).

El resultado de este nuevo sainete del tocomocho financiero: a verlas venir, porque no sabemos si no hará falta una nueva reforma con su consiguiente manguerazo —y ya vamos unos cuantos— de dinero público, de nuevo, al sector privado.

Mientras…

Lagarde y Vam Rompuy aplauden con las orejas. Pero no; no somos de fiar aún. Nos queda el nubarrón del déficit. Europa aún no ha decidido si han de darnos permiso - estos vagos del sur - para permitirnos encorsetar el déficit un año más tarde y han de decidir si nos instan o no a apretarnos más el cinto alrededor de la cinturita de avispa que se nos está quedando. (¡Ay españolitos!, ¡A que os pedimos nuevas reformas! ¡Nos nos hacéis los deberes capitalistas con suficiente devoción!!Umm!!). Es decir, pasta a espuertas a los Bancos, recortes por doquier y pende la espadota de Damócles en forma de posibles nuevos recortes en políticas sociales…

Y nuestro ilustre y muy requetenacional gobierno, presenta la batería de medidas de economía de guerra capitalista como si se tratara de un equipo de asépticos técnicos que no hacen política, que se limitan a aplicar un conocimiento responsable, serio, no demagógico, no politizado, no ideologizado aunque abstruso para el ciudadano profano. Sí, ese mismo supuesto conocimiento técnico que generó la burbuja, ése que incrementa la desigualdad en el reparto de la riqueza entre capital y trabajo, ése que nos endeudó per secula seculorum, ése que nos arrasó y afeó el territorio, ese al que cedimos nuestra responsabilidad ciudadana y nuestro poder de crítica, ese al que la Izquierda —sí, admitámoslo, la Izquierda. Curémonos para salir con fuerza— dio demasiado pábulo y legitimidad durante muchos años…

Y para asegurarse el consenso y el patriotismo en el sufrimiento compartido –esto va por barrios, pero aceptemos pulpo como animal de compañía-, la caverna brama al unísono: los culpables, los sociatas y perroflautas facinerosos.

Hasta aquí.

Como dirían nuestros queridos vecinos del norte, Ras le bol! En castizo, ¡Hasta el excroto! ¿Dónde está la cámara oculta?

Bankia, pese a lo obsceno de la escena, no es más que otra vuelta de tuerca, la más reciente, en el marco de una acción global regresiva y antisocial, que fomenta una distribución de la riqueza más desigual entre el centro y periferia a escala global, nacional y local, que fomenta un rol de ciudadanía pasivo y en el que la acción pública prioriza —porque así lo decide conscientemente— la seguridad del factor productivo capital. Y a la ciudadanía, que se la den con queso. Sin medias tintas.

A las pruebas me remito; Bankia: no hay ni dinero ni decisión para aligerar el coste social de la mal llamada crisis, pero sí lo hay para salvar a Bancos Privados, todo por el bien de España. (Grita la caverna: ¡Qué demagogo! ¡Qué ignorante! ¡Qué poco patriota! ¡Ya me gustaría veros a los perroflautas trasnochados si quebraran los bancos! ¡Qué antisistema!) Y encima, habrá que darles las gracias.

Los poderosos prebostes que fomentan esta realidad económica —y política— angustiosa, rezuman un corpus teórico potentísimo que disfrazan de pulcra y aséptica técnica, y dan puntadas con hilo filo al construir un relato bien coherente en el que contraponen su “evidente sapiencia” con la supuesta chapuza, infantilismo, demagogia, prejuicios, trasnochadas ideologías —¡O cielos!, ha dicho ideología, ¡qué mal gusto!— de La Izquierda. Una Izquierda a la que retratan —menos mal que no tienen ideología— machacona y reiteradamente como caviar, burgesa-bohemia, desconectada de las necesidades del país, … en contraste con ellos —asépticos, técnicos, pulcros y guiados por la razón— que actúan por el bien de España.

Este discurso, este relato cansino pero efectivo cala en sociedad, sea en España, Francia, Grecia, Italia… y desarma la capacidad movilizadora de quien puede hacer frente a esta asepsia de naftalina, ésta que mata el Progreso social. Toca a las Izquierdas dar forma a un cuerpo teórico discursivo ideologizado que haga frente a las dentelladas de esta fiera de modales pulcros. Porque a día de hoy se echa de menos un afilado escalpelo ideológico con el que diseccionar e interpretar la realidad y dotar de sentido y dirección a la acción colectiva de una ciudadanía perdida, atomizada y temerosa.

Las izquierdas, fragmentadas en etiquetas variopintas —más marketinianas que de enjundia programática—, divididas por fronteras nacionales y ciegamente adscritas a un testarudo productivismo —un sacrosanto Citius, Altius Fortius económico— que obvia los límites de la base física de la que dependemos, asisten como convidadas de piedra a los toros desde la barrera. A día de hoy, ideológicamente famélicas para liderar una contestación social a tanta cornamenta. Nos enfrentamos atomizadamente a unos toros bravos globales que reparten estopa al unísono a ciudadanos nacionales-locales. Ciudadanos obligados a correr —en un encierro constante— despavoridos, atomizados, empequeñecidos y temerosos.

Se echa de menos una izquierda poderosa que señale y explique los afilados cuernos con los que estos toros globales ensartan cualquier obstáculo que les impida ampliar su poder y ascendente; una izquierda que coloque sonoros cencerros con los que veamos venir los afilados cuernos; una izquierda que genere sinergias allende las fronteras nacionales, porque el embate es sistémico, trasnacional y bien estructurado.

Gora a una Izquierda que nos describa bien el ruedo: estos toros bravos están programática e ideológicamente muy bien pertrechados, han logrado ocupar la centralidad de la plaza la cosa pública amén de la agenda mediática glocal; embisten y desgarran cualquier progreso social democrático conquistado; y son bravos defensores de la democracia orgánica, ésta de la “de por mis cojo…”.

Pero las Izquierdas, a escala global, están inconexas y acoquinadas, sentadas en los tendidos de sol de la plaza de su pueblo-terruño, quemándose y cegadas por tanta acción regresiva contra la ciudadanía, insistiendo en herramientas y análisis del pasado, relatando un cuento sin profundidad. Las izquierdas se queman la piel sin torero programático global presto a torear a estos morlacos sistémicos globales. Y las ciudadanías de cada país-ciudad, estructuradas en terruños, les toca asistir a una carrera de fondo, el que prima el sálvese quien pueda, sin poder apreciar por dónde ni a quién embestirá la turbocapitalista cornamenta, sin poder parar y aunarse para torear.

En plata, Bankia se nacionaliza porque hay que dar confianza y nuestro bienestar se precariza porque no es prioridad sistémica. Discurso político donde los haya. Elección de economía política de libro. Asistimos a una decisión política que decide velar por el Capital Global (Ceteris Paribus, con las normas de juego actuales, si cae Bankia, tiemblan España y Europa). El paisito, exhausto, tembloroso y sin fuerza. Las ciudadanías seguimos adscritas a un entorno nacional, fragmentadas por tontas identidades nacionales, competimos entre sí por unas migas —de un pastel cada vez peor repartido— en la división internacional del trabajo (atacamos cada vez con más furia a un ciudadano trabajador extranjero al que etiquetamos como inmigrante) y seguimos creyendo que hay que producir más (Si el trabajo es progresivamente factor productivo redundante y la creación de riqueza es una función social, por qué demonios no priorizamos producir menos repartir y repartir más… ! Seré perroflauta demagogo!).

Toca reducir los encierros ciudadanos, poner sonoros cencerros a las fieras, amansarlas y estabularlas. Es de ley.

Salud raudales.


Escrito por Rosa de Luxemburgo: rosaluxemburgo.1871.1976@gmail.com