lunes, 7 de mayo de 2012

Presidente Hollande y la reconstrucción europea

La victoria este domingo del socialista François Hollande, en la jornada definitiva de las Elecciones Presidenciales francesas, genera ya, a escasas horas de su confirmación, todo tipo de expectativas políticas sobre el futuro de Europa. Más allá de convertirse en el primer Presidente socialista en Francia tras 17 años consecutivos de liderazgo conservador, y de haber relegado por primera vez en la Historia de la quinta república francesa a un Presidente tras su primer y único mandato, la victoria de Hollande despierta consigo la ilusión de la socialdemocracia europea.

Reconozcamos que la izquierda lleva aletargada, deprimida y anestesiada desde que estalló la crisis financiera y comenzó la depresión económica. El descaro de las recetas unívocas de una derecha rampante que no sólo reparte lecciones de moralidad y economía regresivas, si no que demoniza a todo aquel que ose plantear políticas alternativas, ha acomplejado a los socialistas europeos hasta hacerlos incapaces de contagiar el más mínimo optimismo.

Pero este segundo Presidente Socialista desde la instauración de la Quinta República en 1958, simboliza también la llamada a la articulación de una nueva alternativa desde el progresismo, para la reconstrucción política y económica europea. Esta crisis ha mostrado en toda su crudeza los pies de barro de una Unión Europea que no era tal. Ni siquiera era una unión económica, pues no iba más allá de una mera alianza monetaria, que sólo ha dado resultado mientras la economía arrojaba saldos positivos, pero que ha mostrado su auténtica debilidad a la primera ocasión en que las adversidades comprometían los vagos objetivos de cohesión europea.

Todo se ha hecho mal: desde la manera en que se han impuesto los ajustes y el abuso de exigir que se modifiquen Constituciones para consagrar la austeridad, despreciando la madurez democrática de la ciudadanía; hasta el timo del Acuerdo de Schengen sobre libertad de movimiento de personas y capitales que algunos Estados han suspendido de forma oportunista retomando fronteras por miedo a movimientos migratorios; pasando por la renuncia de Francia a su tradicional y estratégico papel de contrapeso a la hegemonía alemana; todo ha conducido a un desmoronamiento de los principios europeos.

El Presidente Hollande, líder del progresismo europeo, debería ahora propiciar la refundación de la socialdemocracia en el viejo continente sobre la base de la búsqueda de una mayor integración europea. Porque somos los socialistas los que debemos elevar el crecimiento económico sostenible a rango de prioridad política. Tenemos que guiar a Europa hacia la creación de un auténtico gobierno común como respuesta a la extensión de los nacionalismos y populismos. Y también estamos llamados a rediseñar el modelo de Estado de Bienestar para fortalecerlo y hacerlo más eficiente ante las tentaciones de desmantelamiento que padece hoy día. Y para todo eso quizás resulte aconsejable ignorar por un rato lo que digan los mercados esta semana.

Por lo demás, el final del Sarkozysmo, un movimiento sobre todo basado en el culto a la personalidad de un líder histriónico, hiperactivo y omnipresente, dejará a corto plazo un shock emocional importante en amplias capas sociales, y una previsible crisis política en la derecha francesa, abrumada por el ascenso del extremista Frente Nacional de Marie Le Pen, que tratará arrebatarle la hegemonía en el seno de la derecha. Habrá que estar atentos al modo en que la UMP, el principal partido político conservador galo, afronta la complicada tarea de reorganizar la derecha sobre la base del NeoGaullismo, recuperando al centro y sin caer en la deriva peligrosa que plantean los ultras lepenistas.



Escrito por Denis Itxaso: denisitxaso@gmail.com

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