lunes, 30 de julio de 2012

¿Quiénes trajeron la gallina de los huevos de oro?


Odón Elorza. Donostia.

Un insólito artículo del 11 de septiembre de 2003 en EL PAÍS, titulado EL LEGADO DE RATO y escrito -nada mas y nada menos- por Fdez Ordóñez, sirve para dejar constancia del origen y autores de la Burbuja Inmobiliaria en España así como de la politica económica corto placista de Rodrigo Rato como Vicepresidente y Ministro de Economía junto al Presidente Aznar (1996-2004). Ellos iniciaron "la jugada".

Aznar-Rato nos dejaron una HERENCIA maldita. La del ladrillo y el sobre-endeudamiento privado de familias que accedieron a créditos por encima de sus posibilidades.

Luego, de nuevo Rato, nos dejaría otra HERENCIA tras haber estado y salido de puntillas por el todo poderoso FMI como gerente (2004-2007). Me refiero al reciente caso del agujero de BANKIA (2010-2012).

MAFO, como autor del artículo y de la predicción, no fue luego coherente con su denuncia cuando ocupó los puestos de Secretario de Estado de Economía y Gobernador del Banco de España (2004-2012) Y tampoco intervino el Gobierno de Zapatero hasta el estallido de la burbuja con la llegada de la crisis de USA. El mal ya estaba hecho.

Lo cierto es que siendo la explosión de la Burbuja una consecuencia de la crisis global y reconociendo la responsabilidad de políticos y del mundo económico-financiero, la sociedad española vivió "anestesiada" el periodo de la Burbuja Inmobiliaria.

Sí, "anestesiada" ante el tirón del ladrillo en la economía, en la creación de empleo y por el "fácil" acceso a créditos que contaban con inyecciones de capital alemán.

Hay que reconocer que nadie se atrevió a acabar con la disparatada gallina de los huevos de oro. Las Cajas y Bancos hicieron su agosto hasta que se pillaron los dedos, los promotores y constructores se hicieron de oro y se dejaron notar con sus patrocinios de eventos de todo tipo en las ciudades, los anuncios llenaban espacios en los medios, los Ayuntamientos obtenían jugosos ingresos, los sinvergüenzas y corruptos de toda clase sacaron tajada con favores y operaciones ilegales, los créditos permitieron construir los sueños de tener vivienda a millones de familias, etc, etc.

Hasta que el castillo de naipes se vino estrepitosamente abajo. Resumen pero verdad.

jueves, 26 de julio de 2012

España y la UE más cerca del precipicio


La sombra del rescate se alarga cada día más y el pánico se multiplica en la bolsa, el PP no deja de echar balones fuera. Este lunes fue Luis de Guindos, ex representante de Lehman Brothers, el encargado de descartar que España tenga que pedir un rescate a sus socios europeos, pese a "las situaciones de irracionalidad en los mercados". (Finanzas.com, 23-7-2012, noticia)

El pasado 20 de Junio, The Daily Telegraph publicó que los líderes de la Unión Europea (UE) estaban pensando en un rescate para España e Italia. El Banco de Inglaterra ya llamó a prepararse para un ataque devastador del mercado como la que se observó en el colapso de Lehman Brothers.

Cuando indiqué esto en mi artículo “Una fuerte sensación de déjà vu en la zona euro” que la negación del macro rescate llega a ser como una bofetada a la inteligencia. Al fin y al cabo el rescate irlandés, portugués y griego también fueron negados.


Este mismo lunes otro rotativo británico, ante la noticia de que el ministro de Economía alemán Wolfgang Schäuble pidió una reunión de urgencia con su homólogo español Luis de Guindos, indicó que España estaba abocado a un rescate de 300 billones.

"Lo que comenzó como un rescate bancario tiene toda la pinta de estar dirigiéndose rápidamente hacia un rescate soberano". (The Guardian, 23-7-2012, noticia)

Otro rotativo británico indicó que “ahora está claro que España ha entrado en un ciclo de auto-derrota de austeridad y contracción económica”. (Vicent Forest, The Independent, 23-7-2012, noticia)

Mientras tanto los groupies del rescate aplauden y aplauden sin parar. Pero la realidad es que el rescate puede ser ese último paso que nos haga caer por el precipicio o la bala del tambor del revolver que termine por matar nuestro Estado de Bienestar.

“Miren para Grecia, para Irlanda, para Portugal. Estos serían solo una pequeña parte de lo que pasaría a España y a los españoles: despido de 10 días por año; bajada del 20% de las pensiones; uno de cada tres funcionarios, a la calle; salir del mercado financiero durante varios años, tanto el Estado como la banca española, con descensos brutales del crédito en cantidad y subida no menos brutal en el precio; caída del PIB de no menos del 6% en un año, con un millón largo más de parados; etc. El mismísimo abismo”. (José Antonio Vega, Cinco Días, 23-7-2012)

Parece no surgir un Alexander Hamilton europeo que termine por marcar un camino a seguir: un Gobierno federal fuerte para Europa que no asfixie a los Estados.

Podemos ir hacia un federalismo político que al mismo tiempo respete la diversidad y flexibilidad económica. Lamentablemente todo lo que sea paneuropeo parece hacer surgir escozor entre quienes no paran de poner palos en las ruedas en la unión política. Alemania, Holanda y Luxemburgo son ejemplo de la colocación de obstáculos constantes. Pero deberán tener mucho cuidado porque de los ataques del mercado no se libra ni el tato. La agencia de calificación Moody´s "amenazó el lunes con rebajar a Alemania, Holanda y Luxemburgo ante la "creciente incertidumbre" por la crisis de deuda y los "cada vez mayores" temores a una posible salida de Grecia y a que países como España o Italia terminen necesitando un rescate". (La Vanguardia, 25-7-2012, noticia)

La crisis está poralizando cada vez más las diferencias sociales. Las grandes fortunas parecen no atisbar el gran error de no participar de los recortes sociales del país. En otros lugares lo han hecho, los de nuestro país no.

No recuerdan que cuando la situación llega a extremos, podríamos volver encontrarnos a los ciudadanos apedreando carruajes por la gran vía. Porque si en cuestión de derechos estamos regresando al s. XVIII, ¿quién dice que la respuesta no sea la misma?

martes, 24 de julio de 2012

Tres ideas para reforzar el relato del PSOE ante la crisis

Odón Elorza. Donostia.

La escalada de recortes y reformas aprobadas por el Gobierno de Rajoy, entre aplausos del PP y "que se jodan", me parece particularmente inadmisible porque vuelve a castigar a la ciudadanía más indefensa. Ante ello, la posición de los Socialistas, que sabemos que el necesario combate contra la crisis no lo justifica todo y que los procesos de toma de decisiones han de seguir pautas democráticas, no puede quedar desdibujada ante la sociedad española.

Precisamente, el mismo sentido de responsabilidad con el que debiera abordarse la recuperación económica del País y las reformas estructurales precisas para evitar caer en el precipicio de la intervención total, me lleva a defender tres ideas básicas que debería forman parte de un Programa Mínimo para combatir la crisis desde posiciones de izquierda :

1. Partimos de la premisa de que la mayoría social no es causante de la crisis. Esto exige presentar de inmediato un PLAN de SOLIDARIDAD que, cuando menos, garantice el blindaje de las capas de población más desfavorecidas y de los que viven en riesgo de exclusión social para que no se encuentren desamparados por el Estado y tengan sus mínimos vitales cubiertos. Sería el caso de personas desempleadas sin subsidio o con ayudas insuficientes, personas con Dependencia, pensionistas que no puedan afrontar el copago sanitario, etc

2. Es injusto que la mayor parte de la factura de la austeridad, la corrección del déficit público y las pérdidas de las entidades bancarias nacionalizadas la pague la ciudadanía de a pie mientras el mundo inmobiliario, Bancos y Cajas se van de rositas.

Por tanto, es exigible la aplicación de MEDIDAS FISCALES para lograr un reparto justo de los sacrificios de la crisis, de modo que no recaigan en las personas más humildes y en las clases medias. Así, razones de solidaridad hacen necesario un impuesto sobre las grandes fortunas, la adecuación de la progresividad del IRPF, un impuesto sobre el patrimonio, y especialmente la lucha contra el fraude y la evasión fiscal de aquellos "patriotas" que además reciben el regalo de una anmistía fiscal.

3. Pero la crisis también se combate desde la transparencia y nunca debemos aceptar ajustes y reformas estructurales fruto de la imposición y la prepotencia, con ausencia de explicaciones y diálogo en el Parlamento y con engaños a la ciudadanía.

El PS ha de liderar la defensa, sin concesiones, de un Programa de actuaciones democráticas para favorecer la TRANSPARENCIA en la lucha contra toda clase de corrupciones, el DIÁLOGO en la gestión de la crisis por los Gobiernos, así como la INVESTIGACIÓN rigurosa por el Parlamento en la depuración de responsabilidades por los casos de fraude o mala administración que se vienen conociendo (Bankia y otras Cajas).

Y si Rajoy no cambia su forma de proceder, los Socialistas no podríamos apoyar la reforma del sistema bancario. Nunca sin transparencia; que quede claro.

jueves, 19 de julio de 2012

Aires de Novecento

Dicky del Hoyo. Bilbao.


En días como estos, en los que el recurso a la rebeldía tendría que ser más necesario que nunca, me acuerdo de Novecento. Hace mucho que ví película de Bertolucci. Cuando la recuerdo, me da la impresión de que era un film excesivamente maniqueo. Casi una acción de propaganda. Con los malos, los patronos, malísimos y con unos obreros explotados de manera salvaje. No se si visto desde nuestros tiempos, la situación que refleja Bernardo era lo real, o la historia era un cromo panfletario. Posiblemente si hoy en lugar de mirar nuestras fábricas, nos vamos a Vietnam, a Marruecos o las empresas chinas donde fabrican nuestros flamantes ipads habrá más de un patrón como el sádico fascista Attila Mellanchini.

Somos de una generación, de un tiempo y circunstancias que, en líneas generales lo ha tenido muy fácil: cuando estás cómodo es normal que te adormezcas. Si miro hacia atrás veo a mi abuela, viuda, sirviendo cuarenta años casas de la burguesía de Negurí. Cuidando a los hijos de los demás y sin un sólo minuto para ocuparse de los suyos. O a mis padres afrontando una incierta emigración, en el otro extremo del mundo, para dar de comer a sus hijos. Por otra parte, siempre me acordaré la frase de un conocido, que de tendencias de izquierda, en el momento que triunfó en los negocios y empezó a vivir bien me dijo que en ese mismo instante cambiaba de voto, viraba a la derecha. Nunca entendí eso.

Son tiempos confusos pero por eso, nuestra capacidad de responder a los retos debe ser más elaborada. Lo que tengo claro es que nadie va a llegar de manera mágica a solucionar mis (nuestros) problemas. Hay muchas vías para enfrentarse a un cambio de ciclo pero no todas suponen que al hacerlo perdamos todo lo que antes conquistaron los que nos precedieron.

lunes, 16 de julio de 2012

El futuro vasco y el exceso de principios del PP

Juan Carlos Alonso. Vitoria-Gasteiz.


En realidad no me molesta que el Partido Popular mienta. Lo hace tan habitualmente que ya se ha convertido en parte del paisaje. Lo que realmente me irrita es que nos tomen por gilipollas. Es una tentación en la que incurren de forma reiterativa y contumaz.

Lo hicieron cuando convencieron por unas horas a todos los medios de comunicación españoles de que era ETA la responsable del atentado de Atocha. “-¿A quién creeremos?, preguntaba Aznar indignado ante las cámaras de televisión, ¿a Otegui o al Ministerio del Interior del Gobierno de España?” -Pues a Otegui, cantamañanas, le respondía la gente después de haber acudido a Le Monde y al The Guardian buscando respuestas ante la mentira orquestada desde el Ejecutivo español.

Aquellos días me sentí como cuando en las casas se escuchaba Radio Pirenáica ante la cerrazón informativa del régimen franquista. Y volví a sentir idéntica sensación cuando escuché a Mariano Rajoy, una vez más mintiendo a sabiendas, celebrar el rescate bancario como si nos hubiera tocado el bingo universal, antes de largarse a ver a la Roja a Polonia.

En esta ocasión el pitorreo fue de dimensión mundial. El “You say tomato, I say boil-out” del Financial Times fue como para pedir la baja. Como para borrarnos y nacionalizarnos en las Islas Salomon. Bueno, tampoco. Mejor en la Isla de Nunca Jamás, donde nadie crece y todos permanecen con la edad de la inconsciencia forever and ever.

Tendríamos que exigir daños y perjuicios a nuestros representantes públicos cuando dicen estas falacias en público, para sonrojo del respetable, pensando que la audiencia es subnormal. Y cuando apuestan a que sus votantes ni leen prensa internacional, ni la salmón, ni el listín telefónico. Y que como son tontos de baba –piensan sus avezados asesores de comunicación- no se van a coscar de la farfolla dialéctica que les soltamos.

¿A quién le importa hacer el ridículo mundial si la prensa adicta te salva la cara y te convierte en referente mundial contra la crisis? ¿A quién diantres le importa la imagen de España ante Europa o ante Estados Unidos, si total sólo les entienden cuatro listos? Se dirá Rajoy.

Desde luego hemos de concluir que al Gobierno de la piel de toro no le importa nuestro patético ridículo mundial. Porque todo lo arreglan entre la Roja, Nadal y Fernando Alonso. No es de extrañar que nos degrade Fitch, Moodys, y hasta el presidente del Foro de Brasil del Medio Ambiente, convirtiendo a nuestro Presidente Rajoy en Prime Minister of The Solomon Islands.

Del mismo modo, Basagoiti en Euskadi se apunta a las poses y patalea ahora insistiendo en que Sortu es ETA; y se cisca en el criterio del Tribunal Constitucional. Y Alonso vaticina que es el primer día de la cuenta atrás para su ilegalización. Mientras tanto, su verso suelto Maroto se monta orgías de pactos para desayunar un día si y otro también con Bildu navegando en la coyuntura con una naturalidad pasmosa más propia del siglo XXII.

Y es que lo realmente asombroso del PP vasco es que andan sobrados de principios. Tan sobrados que utilizan unos para reunirse con COVITE, otros para pactar con BILDU en la Vitoria promiscua de Maroto –políticamente hablando, entiéndase-, y otros para negociarse la cartera con el PNV en la Ley de Cajas. Que una cosa es defender el solar patrio y otra ser tonto.

Y es que esto de modular el mensaje –falsear la realidad, sin eufemismos- se ha convertido en el modus operandi de la derecha. Donde dijeron digo, dicen diego. Pero lo hacen con tal desenvoltura que pareciera que no son ellos, sino el mundo y las hemerotecas los equivocados. Como si los principios no existieran sino en función del contexto. Y como si todo lo que fuera imprescindible hoy, pudiera resultar prescindible mañana.

En España, la mayoría absoluta y la prensa adocenada y cortés -salvo honrosas y escasas excepciones- hace posible maquillar los efectos colaterales de las decisiones semanales del Consejo de Ministros. Pero en Euskadi asistimos a un momento trascendental para nuestro futuro y no estamos para francotiradores.

El PP, y especialmente el vasco, debiera preguntarse qué quiere ser de mayor. Si el agitador del fantasma de España, con acento en la primera ‘a’; o si se apunta y arrima el hombro en la reconstrucción de la democracia vasca tras la derrota de ETA. Pasó el tiempo de la política de brochazo. Es el tiempo del pincel, y de trenzar la paz con hilo fino, como si de una alfombra afgana se tratase.

Es cierto que las trincheras imprimen carácter. Pero ha estallado la paz, señoras y señores, y toca recomponer, construir convivencia, preservar y redactar con lealtad y veracidad el relato del sufrimiento. Y para eso sobran las mentiras de manejo de coyunturas; están de más los opositores a don Pelayo; y faltan hombres con sentido de estado. ¿Quién se apunta?

jueves, 12 de julio de 2012

Majestad, ponte tú

Aurelio Romero.

Si no fuese tan crítica la crisis y tan poca la oposición, seria un sarcasmo que los ciudadanos y ciudadanas de este país tengan que ver al rey al frente de la España intervenida por el capital más que europeo, más allá de sus escuetas intervenciones recientes sobre la crudeza de nuestra crisis ir sobre la crisis real, la suya que, para colmo, también es nuestra.

El viernes 13 que el gobierno de Mariano Rajoy se ha programado como nuevo hito de este carnaval político que ya dura seis meses, puede ser un insulto a la inteligencia, una pedrada a la paciencia o un alarde de estupidez. Situar el anual Consejo de Ministros deliberante que el rey preside y que, si sirve para algo, es para hacerle creer al monarca que es rey, es algo más aún. Forma parte de esa estrategia reivindicadora del poder absoluto para el partido gobernante por encima de cualquier orden e institución.

Si hubiese un solo hálito de republicanismo heredado de aquellos viejos liberales perdidos en la UCD, podría entenderse este juego de poderes entre el ejecutivo y la monarquía, aunque fuese un nuevo anacronismo de la derecha culturofranquista que nos gobierna. Los hechos de estos seis meses, sin embargo, nos dicen que esa estrategia es más que un juego: el despotismo parlamentario, la burla y mofa de los profesionales de la administración que la sostienen con sus pros y sus contras, la carga con fuego real contra el sindicalismo mientras se da cuartelillo a la derecha empresarial para que en su cobijo Lama las heridas de sus fracasos organizativos, la carga de caballos herrados contra los partidos y los políticos, como si fueses cosa ajena a ellos mismos, o, por ir acabando, el recorte del mapa territorial, como un dibujo escolar de quita y pon, nos enseña no los modales sino loa objetivos de un programa que, por bárbaro y anticonstitucional, no se atrevían a enseñar, y de lo cual hicimos anécdota en los mítines sin animarnos a descubrir, por no zaherir excesivamente, si eran galgos o podencos.

Comprobaron, ellos, los otros, sin necesidad de grandes gurús que la crisis económica provocada por este partido que gobierna y por sus hermanos siameses europeos era la mejor coartada para, sin necesidad de resucitar al dictador, clavar el miedo en la nuca y aprovechar para poner en pie una nueva etapa de rigor ideológico con el añadido de la zafiedad de un ministro de Hacienda como nunca conocimos, el descaro cultofascista de la presidenta de la Comunidad madrileña o el descarnado derechismo ideológico de la secretaria general del PP, señora De Cospedal, presidenta en una de las comunidades autónomas con más historia social y más pobreza renaciendo.

A este viernes 13 de nueva edición llegamos con un rey desnudo y sin casaca que le apoye. Con un gobierno que ha rendido armas al anochecer de Bruselas y ha montado en Zarzuela un remedo de cumbre institucional de afirmación nacional, un escenario vacío en el que esconderse detrás de una pantalla donde la economía proyecta caricaturas de gobernantes, como en ese entrañable “Espacio Brell” de la capital belga. Sombras chinescas para ilusos desilusionados que, pese a todo, andan erre que erre.

Si, también: A este viernes y 13 llegaremos más solos cada cual, más indefensos y mas inertes que nunca, resignados a darle tiempo a la izquierda que gobernó a que asuma la verdad de que nuestro pecado original fue creer como creíamos en el paraíso prometido y el suyo morder la manzana que les ofrecía el lobo feroz. Vanitas vanitatis después de todo si al menos quedara un solo resquicio de esperanza que no pisotee cualquier dia de estos uno de esos congresos de estos destinados a renovar lo inrenovable.

En este día, poco antes del 13 viernes de autos, solo divisamos el hilo de luz de una marcha multicolor que viene de una mina negra y que, pese a su debilidad, ya habrá hecho historia para cuando llegue el fracaso.

lunes, 9 de julio de 2012

La reforma del Estado, por necesidad

Denis Itxaso. Donostia.

Que España es un Estado federal bastante imperfecto es una realidad tanto más evidente, cuanto mayor ha sido el reparto competencial del sistema autonómico. Como casi siempre en este país, cuesta hacer apuestas colectivas firmes y valientes, y éste es un ejemplo de cómo la polarización y el cainismo políticos han impedido que, pasadas tres décadas desde la restauración democrática, no se haya podido abordar con serenidad una reforma organizativa del Estado para adecuarlo a lo que en la práctica ha terminado siendo: un Estado descentralizado y asimétrico, con importantes cuotas de soberanía compartida, pero sin órganos de deliberación comunes y eficaces, y con un desencaje total de la figura de la provincia.

Ahora que vienen mal dadas, y el Gobierno de Rajoy busca entre los intersticios del Estado para acometer mayores ajustes, parece que estamos definitivamente abocados a abordar ese ejercicio de racionalización y reordenación del andamiaje institucional, eternamente aplazado hasta la fecha por falta de voluntad y consensos políticos suficientes. Se nos anuncia, para uno de estos viernes de pasión, que el Gobierno aprobará en el Consejo de Ministros una reforma que afectará fundamentalmente a los poderes locales, coincidiendo precisamente con la reciente reforma municipal que acaba de llevar a cabo el gobierno tecnócrata de Mario Monti en Italia. Es previsible que dicho abordaje cuente en España con el ingrediente añadido de la agosticidad, soslayando así el debate político pendiente y valiéndose de la mayoría parlamentaria y de la crisis económica –cuando no de la herencia recibida- para imponerlo por decreto.

Sin embargo, nada indica que ventilarse de un plumazo semejante desafío institucional, sin someterlo a la consideración y contraste de la izquierda parlamentaria y social, de las propias comunidades autónomas, de la Federación Española de Municipios y Provincias o de la Cámara Alta, por poner sólo algunos ejemplos, vaya a permitir abordarlo en toda su profundidad. Desde luego que, antes que la Sanidad o la Educación, pilares del Estado de Bienestar Social, España tiene dónde ahorrar si nos fijamos en las duplicidades orgánicas y en el sobredimensionamiento esclerótico que presentan sus distintos niveles institucionales. Y es aquí donde corresponde recordar una de las propuestas programáticas del PSOE en las últimas elecciones generales: la supresión de las Diputación Provinciales.

Cuando defendemos la idea de que un país descentralizado puede resultar mucho más eficiente que otro de carácter centralista, es necesario hacer descansar esta visión sobre dos pilares críticos: el primero tiene que ver con la idiosincrasia española, en la que el concepto de nación única e indivisible ha convivido, se quiera ver o no, con sentimientos de arraigo y pertenencia distintos y dispares, derechos históricos constatables y voluntades políticas colectivamente expresadas a favor del autogobierno. Y el segundo tiene que ver con la idea de eficiencia y cercanía de los ciudadanos a las instituciones prestatarias de servicios e infraestructuras públicas. Pero en este segundo caso, se ha de ser consciente de que, a diferencia del sistema de los alemanes -en cuyo espejo con frecuencia pretendemos reflejarnos con el ánimo de encontrar experiencias exitosas-, en España, el desarrollo de las comunidades autónomas debería haber traído aparejada la desaparición de las Diputaciones Provinciales, que no son sino pequeños reinos de taifas, nidos desgraciadamente frecuentes de casos de corrupción –no obedecen a ningún parlamento y escapan al control de la oposición con facilidad-, y un reducto anacrónico y caro del régimen franquista.

Por último, resulta relevante que cualquier sistema federal en el que gran parte del poder reside en parlamentos regionales –básicamente todo el poder salvo los asuntos de la defensa y la política exterior-, cuente con órganos colegiados de debate y co-decisión en materias legislativas y presupuestarias. Sin embargo, y parafraseando al padre de la Constitución, Jordi Solé Tura, el Senado, originariamente pensado para estos menesteres, se ha convertido en toda una recámara, y no precisamente porque desarrolle funciones de segunda cámara de representación o Cámara Alta, sino más bien en su acepción balística, por haberse tornado en la segunda oportunidad de disparo de los grupos parlamentarios a los asuntos previamente discutidos en la cámara baja. Y no debiera ser esa su función, aunque sólo sea por el coste inútil que supone.

Por tanto, bien está que, aún empujado por las apreturas económicas y no por vocación y visión políticas, se aborden por fin las reformas pendientes de un Estado que es federal y naturalmente asimétrico. Pero abórdese por donde corresponde para que guarde la coherencia del espíritu constitucional y sirva para una mayor legitimación del estado de las autonomías y un eficaz –y más barato- entramado institucional. Y, sobre todo, sin convertir a los ayuntamientos –instituciones mejor valoradas y más cercanas a la ciudadanía- en cabezas de turco y sin hurtar el contraste entre instituciones y partidos.

lunes, 2 de julio de 2012

La izquierda y las lenguas: el euskera

En la pasada campaña francesa para las elecciones presidenciales, el candidato del Frente de Izquierda Jean-Luc Mélenchon, en su afán por defender los símbolos de las referencias históricas francesas propugnó la defensa exclusiva del francés, aludiendo al mérito de esta lengua en la unificación del país. Pero dicha unificación ha sido a costa de la práctica desaparición del resto de las lenguas de Francia.

Mélenchon sigue la visión clásica de la izquierda jacobina francesa: las lenguas son simples sistemas vehiculares, y por tanto, las clases populares si hablan el mismo idioma estarán más y mejor cohesionadas. Sin embargo, las lenguas son mucho más que sistemas vehiculares o meros sistemas de comunicación o intercambio de informaciones. La lengua es un engranaje muy complejo en el que se estructura el pensamiento. Por tanto, la diversidad lingüística supone diversidad del pensamiento humano. Mélenchon y la izquierda francesa, en coincidencia con la derecha, tradicionalmente han contrapuesto la universalidad a la exclusividad, convirtiendo, en lo que atañe a la cuestión lingüística, la égalité republicana  en uniformización, planteamiento propio de una visión decimonónica del Estado, que conlleva el monolingüismo del Estado y, finalmente, la gradual desaparición de las otras lenguas pertenecientes al patrimonio lingüístico y cultural de la nación. Todavía hoy, en el país vecino son muy pocas las experiencias de enseñanza de las lenguas minoritarias dentro del sistema educativo. Gracias al apoyo del Gobierno de Aquitania se enseña el euskera en algunos niveles en el País Vasco Francés.

El actual presidente, François Hollande, por el contrario, dijo en campaña que ratificaría la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias o Regionales. El reconocimiento de la diversidad lingüística sí supone un tratamiento diferenciado de las lenguas en el seno de un mismo territorio, pero ello no implica ir en contra del principio de igualdad, razonamiento que esgrimió Mélenchon para pronunciarse contra la Carta Europea de las Lenguas ratificada en 1992 por los estados miembros del Consejo de Europa. Una visión europeísta como la de Hollande considera que la integración en Europa debe darse desde el respeto de la diversidad también en lo que respecta al patrimonio de las lenguas.

En la CAV tenemos dos lenguas oficiales y ambas son igualmente nuestras. El castellano, además de ser la oficial del Estado, la habla la inmensa mayoría de los vascos. El euskera es nuestra lengua privativa, hablada por una minoría de la población, minorización que impide a la población bilingüe utilizar el euskera en muchos ámbitos de su vida social; este es el motivo que hace necesaria una política lingüística de promoción del euskera que busque, no la prevalencia de uno u otro idioma, sino justamente garantizar la igualdad de la ciudadanía en esta materia. A pesar de que hay quienes quisieran convertir esta política lingüística en arma arrojadiza y marcar contradicciones que en la realidad están superadas, creo que los vascos venimos demostrando que somos capaces de una convivencia armónica entre nuestros dos idiomas.

Eso no significa que en el País Vasco, desde que se empezaron a desarrollar políticas lingüísticas para conseguir una normalización del uso de la lengua vasca (en noviembre de este año se cumplirán 30 años de la aprobación de la ley marco en esta materia) no haya habido y siga habiendo planteamientos dispares, y a veces enfrentados.

Para los nacionalistas vascos, tanto de derechas como de izquierdas, el euskera está siempre en el núcleo duro del discurso identitario. Por su parte, entre las fuerzas no nacionalistas la opinión respecto a la necesidad de promover políticas públicas de promoción del euskera no es en absoluto unánime.

El Partido Socialista de Euskadi siempre ha defendido avanzar de manera paulatina en el conocimiento y uso del euskera, pero respetando las opciones lingüísticas de la ciudadanía, lo que significa, por ejemplo, un rechazo absoluto a todas las medidas coercitivas y punitivas en materia lingüística, que ademas consideramos podrían ir en detrimento de la visión mayoritariamente positiva que tiene la sociedad vasca sobre el euskera y su promoción institucional.

El PSE ha sido una pieza clave en la normalización lingüística de este país, tanto cuando participó en un gobierno de coalición con la cartera fundamental de Educación  como desde la oposición o como, actualmente, en un gobierno en minoría. Si el Partido Socialista hubiera adoptado en su momento la visión de la izquierda jacobina francesa arriba mencionada se habría opuesto al reconocimiento implícito del euskera en el Estatuto de Autonomía o a la Ley de Normalización del Euskera, y en ese caso el proceso de recuperación de la lengua vasca habría quedado exclusivamente en manos de los nacionalistas. En ese caso la cuestión lingüística sí se habría convertido en un arma arrojadiza, y el consiguiente conflicto lingüístico habría causado seguramente una grave fractura social. Por el contrario, gracias al apoyo y a la contribución del PSE-EE, la Ley de Normalización del Euskera obtuvo el consenso de la gran mayoría de las fuerzas políticas y terminado convirtiéndose en un elemento de integración y de cohesión social que causa interés en otros países y podemos exhibir como modélico a nivel internacional.

El respeto a las opciones lingüísticas de los ciudadanos por parte de los socialistas vascos ha sido en muchos casos defendido con mucha fuerza y tesón, pero ha faltado en todos estos años una mayor evidencia pública de su implicación, debido al planteamiento de una parte no pequeña de la militancia socialista de dejar hacer o mirar hacia el otro lado.

En este momento, en cambio, el socialismo en Euskadi asume y defiende activamente la normalización del euskera, no por razones identitarias o históricas, sino en respuesta a la voluntad mayoritaria y democrática de la ciudadanía vasca. Se puede ser euskaldún y euskaltzale sin ser nacionalista.

El PSE-EE ha desarrollado una labor fundamental en la normalización política de este país. Muchas veces apoyando claramente medidas legales, otras veces dejando hacer, y en ocasiones actuando como colchón entre las distintas sensibilidades. En todo caso, siempre ha sido clave para evitar fracturas que seguro hubieran supuesto importantes retrocesos en el proceso de normalización.



Escrito por Lurdes Auzmendi