martes, 20 de noviembre de 2012

Mamporrero

Juan Zubillaga. Bilbao
Toda organización jerárquica genera inevitablemente tipos que se encargan de decir lo que sus jefes piensan pero no dicen para no mancharse. Es lo que popularmente se conoce como mamporreros. Los partidos políticos no suelen escapar de esta fauna.

Jose Ramón Blazquez tiene una dilatada trayectoria en estos menesteres, por otro lado es consultor de comunicación y hay que creer que dada su profesión sabe el valor de las palabras y por tanto el significado que tienen las cosas que dice. Pues la verdad es que no se corta. Esto es lo que decía en un artículo de opinión publicado en el diario Deia el pasado 25 de octubre.
“Supongo que, después de tres años y medio de ignominias y sectarismo antinacionalista, el cuerpo nos pide responder con dureza a los agravios recibidos y poner en marcha la demolición de la herencia del Gobierno López. Sería un error y añadiríamos un daño más al desastre que el trienio españolista ha proporcionado al país. Nos conviene, por responsabilidad, una actitud de serenidad y asumir que el nuevo e ilusionante escenario exige ciertas renuncias y contención, no replicando a aquella revancha con otra revancha opuesta, lo cual no excluye la higiénica clausura de los comederos abiertos por la trama PSE+PP en la administración vasca y también en EITB, sistemáticamente comisariada, ni dejar impunes los quebrantos que se detecten en las arcas públicas tras la pertinente auditoría. Es preciso comprender la naturaleza innovadora y positiva del mensaje electoral de Urkullu, los grandes acuerdos, tan difíciles pero necesarios, que requerirán cierto olvido y generosidad, más de lo que emocionalmente estamos dispuestos a ofrecer.”
Fíjense conmigo en eso de “la higiénica clausura de los comederos abiertos por la trama PSE+PP en la administración vasca y también en EITB”. ¿A qué les suena la frasecita de marras? ¿A Goebbels? ¿Al doctor Mengele? Elijan porque esto es lo que opina alguien que quiere “grandes acuerdos, tan difíciles pero necesarios, que requerirán cierto olvido y generosidad, más de lo que emocionalmente estamos dispuestos a ofrecer.

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